domingo, 3 de junio de 2007

Abile rosso-firmamento:

Confieso que no se otras lenguas, ni siquiera con la que arriba escribo, ni las que me convocan cada día en el sur y que me otorgan título terrenal y apostólico de estudiante de pensamiento distante en el tiempo, sin embargo, hago uso de ellas por el llamado sonoro-bello-intruso que emanan. No soy un Gerardo Déniz, no soy un Huidobro, pero al ponerla en la boca-sien soy-estoy impelido a escribir en una lengua que no sea materna: Neófito en la lectura del firmamento -o bien, analfabetoceleste- memorizo los trazos y como niño finjo que leo, con el simple propósito de decir (te) que de ahora en adelante y adelante otra vez, me renuevo y me renovaré.


¡eujaristó!

(Siempre, siempre; como una manifestación de la alegría)

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angelus novus

Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

Walter Benjamin